Fuente: CIEC
Érase una vez una mujer muy devota y llena de amor de Dios. Solía ir a la iglesia todas las mañanas, y por el camino frecuentemente la acosaban los niños y los mendigos, pero ella iba tan absorta en sus devociones que ni siquiera los veía.
Un buen día, tras haber recorrido el camino acostumbrado, llegó a la iglesia a la hora en que solía empezar el culto. Empujó la puerta, pero ésta no se abrió. Volvió a empujar, esta vez con más fuerza, y comprobó que la puerta estaba cerrada con llave.
Afligida por no haber podido asistir al culto por primera vez en muchos años, y no sabiendo qué hacer, miró hacia arriba.. y justamente allí, frente a sus ojos, vio una nota clavada en la puerta con una chincheta. La nota decía: «Estoy ahí afuera».
Un buen día, tras haber recorrido el camino acostumbrado, llegó a la iglesia a la hora en que solía empezar el culto. Empujó la puerta, pero ésta no se abrió. Volvió a empujar, esta vez con más fuerza, y comprobó que la puerta estaba cerrada con llave.
Afligida por no haber podido asistir al culto por primera vez en muchos años, y no sabiendo qué hacer, miró hacia arriba.. y justamente allí, frente a sus ojos, vio una nota clavada en la puerta con una chincheta. La nota decía: «Estoy ahí afuera».
1 comentario:
¡Cuantas veces pasamos por la vida sólo pensando en nosotros!
¡Excelente! ¡Gracias!
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