En una ocasión una abuela trajo su nieto a Mahamat Gandhi. El niño tenía un apetito insaciable por el azúcar lo cual estaba poniendo en peligro su salud.
-"Por favor –le suplicó a Gandhi- dígale a mi nieto que deje de comer azúcar pues, como él lo respeta mucho a usted, seguramente escuchará lo que usted le diga”.
Gandhi les pidió que se fueran a su casa y regresaran en siete días.
Efectivamente, siete días más tarde regresaron la abuela y el nieto. Gandhi mirando a los ojos de éste solamente le dijo con autoridad:
-"Deja de comer azúcar, estás maltratando tu cuerpo".
Tras un breve silencio, la abuela le preguntó:
-“Señor, ¿por qué nos pidió esperar una semana y volver aquí, si esto mismo lo hubiera dicho el día en que vinimos?
Gandhi respondió:
-"Señora, hace siete días yo estaba comiendo azúcar y no podía hablarle con autoridad a su nieto. Ahora puedo, porque hace siete días dejé de comer azúcar: ahora sé que sí es posible hacerlo".
Es una realidad. La mejor enseñanza no son nuestras palabras sino nuestros hechos. Hoy es un buen día para comenzar a ser ejemplo.
-"Por favor –le suplicó a Gandhi- dígale a mi nieto que deje de comer azúcar pues, como él lo respeta mucho a usted, seguramente escuchará lo que usted le diga”.
Gandhi les pidió que se fueran a su casa y regresaran en siete días.
Efectivamente, siete días más tarde regresaron la abuela y el nieto. Gandhi mirando a los ojos de éste solamente le dijo con autoridad:
-"Deja de comer azúcar, estás maltratando tu cuerpo".
Tras un breve silencio, la abuela le preguntó:
-“Señor, ¿por qué nos pidió esperar una semana y volver aquí, si esto mismo lo hubiera dicho el día en que vinimos?
Gandhi respondió:
-"Señora, hace siete días yo estaba comiendo azúcar y no podía hablarle con autoridad a su nieto. Ahora puedo, porque hace siete días dejé de comer azúcar: ahora sé que sí es posible hacerlo".
Es una realidad. La mejor enseñanza no son nuestras palabras sino nuestros hechos. Hoy es un buen día para comenzar a ser ejemplo.
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