CIUDAD DEL VATICANO, 21 FEB 2010 (VIS).-El significado del itinerario cuaresmal fue el tema de la meditación de Benedicto XVI en el Ángelus de esta mañana rezado con miles de fieles en la Plaza de San Pedro.
El Papa comentó el Evangelio del primer domingo de Cuaresma, el relato de las tres tentaciones de Cristo en el desierto, explicando que "no fueron sencillamente un percance en el camino, sino la consecuencia de la elección de Jesús de seguir la misión que le había confiado el Padre"
"Cristo vino al mundo para liberarnos del pecado y de la fascinación ambigua de proyectar nuestra vida prescindiendo de Dios", dijo el Santo Padre. "Y no lo hizo con proclamaciones altisonantes, sino luchando en primera persona contra el Tentador hasta la Cruz. Éste ejemplo vale para todos: el mundo se mejora comenzando por uno mismo, cambiando, con la gracia de Dios, lo que no va en nuestra vida".
De las tres tentaciones de Jesús, la primera, recordó el Papa, "tiene su origen en el hambre, es decir en la necesidad material. (...) Pero Jesús responde: "No sólo de pan vive el hombre". La segunda, cuando el diablo muestra a Cristo todos los reinos de la tierra, es "el engaño del poder que Jesús desenmascara y rechaza". A la tercera, la propuesta de cumplir un milagro espectacular para que todos crean en Él, Jesús responde que "nunca hay que poner Dios a prueba"
"Refiriéndose siempre a la Sagrada Escritura, Cristo antepone a los criterios humanos el único criterio auténtico: la obediencia a la voluntad de Dios. Ésta -subrayó el pontífice- es una enseñanza fundamental para nosotros. Si llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si ésta entra en nuestra vida, podemos rechazar cualquier tipo de engaño del Tentador".
"La Cuaresma -concluyó el Papa- es como un largo "retiro" durante el que volvemos a entrar en nosotros mismos y escuchamos la voz de Dios, para vencer las tentaciones del maligno. Un tiempo de "entrenamiento" espiritual para vivir junto a Jesús, no con orgullo y presunción, sino usando las armas de la fe: la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo llegaremos a la celebración de la Pascua en verdad, listos para renovar las promesas del Bautismo".
Al final, el Santo Padre invocó la ayuda de la Virgen María para vivir con "alegría y provecho este tiempo de gracia" . "En particular -agregó-, le pido que interceda por mí y por mis colaboradores de la Curia Romana que empezamos esta tarde los ejercicios espirituales".
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